Hay ratos cuando los cristianos encuentran fácil tener conflictos unos con otros. Muchas de nuestras iglesias están atormentadas con gente llena de amargura y resentimiento hacia otros cristianos. Muchos de nuestros así llamados “hogares cristianos” consisten de gente que no sabe lo que es vivir en armonía unos con otros. La amargura y el resentimiento saturan el medio ambiente.
Pablo sabía que la amargura puede ser un problema entre cristianos, cuando escribía a los esposos cristianos en Colosenses 3:19, dijo: "Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas". Seguramente no habría mencionado esto a menos que la amargura fuera un problema específico de relaciones entre esposos. Y si la amargura puede desarrollarse entre esposos y esposas, se puede desarrollar igualmente en otras relaciones personales.
No existe problema que Dios no pueda resolver. Lo imposible para el hombre es posible para Dios (Mat. 19:26). Ninguna situación queda sin esperanza o fuera de reparación. Heridas se pueden sanar, amistades se pueden restaurar, relaciones se pueden cimentar cuando dos personas manejan sus problemas conforme a la voluntad de Dios en su Palabra. Cuando la gente cree que sus problemas no tienen solución no trata de resolverlos, pero se cambia el cuadro cuando está convencida de que hay solución a sus dilemas.