Ser mayordomos implica un privilegio de primer orden y, a la vez, una gran responsabilidad. Fue un mandato en el principio cuando en la creación visible reinaba el orden de Dios, en aquel momento era lo máximo a lo que podíamos aspirar, llenaba toda nuestra expectativa y no había nada comparable con esa experiencia. La caída, nuestro pecado, nos estropeó hasta niveles impensables y con ello se vio afectada la manera en la que íbamos a asumir ese privilegio y responsabilidad. Pero Dios mantuvo su propósito de tenernos por mayordomos de la creación, a pesar de nuestro pecado. La redención en Cristo con todos los recursos espirituales a nuestra disposición posibilitaron nuevas oportunidades para crecer en el cumplimiento de esa responsabilidad. Por ello, es decisivo entender qué significa, qué implicaciones tiene, cuáles son las áreas más importantes que tienen que ver con la mayordomía. Pero no olvidemos que si es importante aquí y ahora ser buenos mayordomos, mucho más será todo lo que nos está reservado en el cielo para Su Gloria.