Mucho antes de que existieran las mega-iglesias, casi 6,000 personas abarrotaban los servicios religiosos del “tabernáculo” para escuchar los sermones de Charles Spurgeon. Descubra por qué su predicaciones magistrales causaron asombro en su tiempo.
Considerado por los colegas de su tiempo (y de hoy) “Príncipe de os Predicadores”. Charles Spurgeon convirtió el Tabernáculo Metropolitano de Londres en la congregación independiente del siglo XIX más grande del mundo. Si bien se han resaltado muchos factores para explicar el éxito de la predicación de Spurgeon, el secreto clave de su eficacia fue su devoción a la oración.
Cuando la gente visitaba el Tabernáculo Metropolitano, él les mostraba la sala de oración, situada en el sótano, donde siempre había gente de rodillas intercediendo por la iglesia. Luego el pastor les declaraba: “Aquí está la central de poder de esta iglesia”. Esta declaración fue respaldada por el número asombroso de sermones que Spurgeon predicó sobre la oración.
Spurgeon fue un creyente que practicó una oración apasionada, guiada por el Espíritu Santo. Las vívidas imágenes que describen el maravilloso trono de la gracia, ante cuyo privilegio Dios invita a los creyentes a apacentarse, bien valen, por sí solas, este libro. Pero aunque Spurgeon animara encarecidamente a orar, conocía – de ahí que comentara – los conflictos de oración que todo creyente experimenta.