No ha habido nadie más dispuesto que Abraham a creer todo lo que Dios le decía. Cuando Dios le dijo "ve", fue. Su fe de peregrino representa un desafío que resulta aparentemente imposible de imitar.
Pero existe algo en él que nos atrae y que le covierte en alguien normai. Su crecimiento, como el nuestro, revela fracasos e inconsistencias, debilidad y pecado. Sin embargo, Dios transformó a Abraham en la persona que él quería que fuera y para lo que lo había escogido, en alguien que creyó en Dios en medio de un mundo ajeno a él.